jueves, 19 de agosto de 2010

Poemas



Dilema Ortográfico

“...en verdad no es fácil
golpearse el corazón
contra el muro de un loco idiota”
Roger Water
- Pink Floyd -
Dicen que son inevitables.
Ladrillos, espinas, zanjas,
púas, rìos, calicanto.
Es puro cuento y chino,
sema inexpugnable,
extenso lamento amurallado.
Para decirnos que defienden,
que protegen
y solo separan.
Porque antes de ser concreto.
Férrea intolerancia y aislamiento,
son construcciones intangibles:
De la fe ciega.
Del dogma sordo
O filosofías mancas.

Muera el Muro, dice el muro
y suenan las trompetas de Jericó.
A deconstruir, dice el graffiti
como consigna de tapial.

A la palabra Muro, solo
le basta la fatídica
fuerza vocal de la e.
Para que en el hiato de la vida
se dé el diptongo inapelable
de la muerte.


Narcisos

Si el mundo nos hiere en su impudor
el gozo de un cuerpo redime.
H. F. Herrera


Estuvimos a orillas
De la acequia
Solos
Narcisos
Completando el paisaje
Con verticalidad ascendente.
El cintilar del agua
Traviesa
Intentó escamotear
El alma, el numen,
La esencia
De aquella flor bisémica
De la ciudad desierta.
El sol receloso
Agregó a la siesta
Amarillos,
Multiplicando asedios
Tendencias paralíticas.
Pudimos quedarnos
Toda la tarde
A orillas del pequeño
Río artificio.
Pero un inesperado
Temblor colibrí
Rompió el sortilegio
Intimidando
Al trémulo duende
De los espejos.








El monstruo del Embalse

Vi que también la arena se detiene
y que un instante puede asir el alma.
Daniel Geiser



Detrás de los cerros
con sus cavilaciones
Cae la tarde tercamente.

Detrás de las colinas
con su amor estallado
Sube la noche con sus faroles.

A esa hora.
La hora de los monstruos.
Es cuando aparece
una sombra en fuga
que en su faena positiva,
con bocanadas de desdén
se roba el aire
a puro susto
llevándolo al subsuelo abismal
donde todo es quietud y fango.

No deseo ese letargo
que falsifica y contamina.
Deseo un destino delta
con ideas que bifurcan.
Con apetitos vitales
a pleno día.

Ser agua que no se prostituye
Que traspone esclusas
Que no pervierte energías.


Ser vertiente, vértigo,
Vórtice y caída
Con pedernal convicción
Llevar en esa travesía
Parte del Oro de los Césares:
Jaspes, malaquitas criollas,
Cuarzos rozados, crisolitos,
Dioptasas,
Poemas
ópalos
cantos
rodados
piedras preciosas
de toda fantasía.

Para reconquistar
el territorio
de todo lo imprevisto
y aventar así
el fantasma del miedo.
Que en los pliegues
de la mente
se mueven como monstruos
en el lago.












Navegaciones

Todas cosas suficientes para no envidiar
Las velas de los veleros...como un cielo.
Saint-John Perse

Un sentimiento
íntimo
diurno
me duele
como un ocaso.
Embargando con sus luces
crepusculares
y sus sombras anunciadas.
Los veleros del Embalse
se sumergen en las aguas
de la tarde
esperando la noche inevitable.
Atando sus destinos
a los precarios muelles
instalados en los golfos
de la pena.
En los peñascos de la bronca.
O en las playas de la indiferencia.
Ellos, siempre advertidos
por la mirada turista
se vuelven inasibles
e inefables. Pañuelos que
inflan sus velas en la noche
con el aire fresco de la sierra,
anunciando nubarrones,
tormentas pasajeras.

Los pájaros nocturnos sobrevuelan
la piel húmeda de la tierra.
Entonces, el ojo Calamuchita
llora mansamente su angustia.









La apenada palabra

“Acá van de nuevo...
Y todo el aire muerto respira
el olor del dios americano”
Harold Pinter
Hay una viga que soporta
todo el dolor humano.
Hay una viga maestra que sostiene
la bóveda celeste.
Hay una viga en el ojo del prójimo
como amenaza pregnante
de las libertades más íntimas.
Hay una palabra estrellada
escondida
escindida.
De tres letras.

Hay una palabra astillada que lacera.
Una palabra pena
o la penuria de la palabra
para decir la memoria de lo aciago.
No de lo inefable
sino de lo impronunciable.

La palabra que estraga
que niega
que cancela.

La palabra astillada
estallada.
La palabra g-u-e-r-r-a.


Sobre ellos


No hace falta convocar lágrimas.
Llegan como acertijos.
Esferas de casino
que se inmovilizan en la celda de los ojos
para hacer saltar la banca de la pena.
Me senté sobre ellos en La Florida,
sin reparar en las recientes tristezas
que veneran recientes lápidas
de recientes injusticias.
Donde las flores lucen frescas,
el cementerio crece
y son asiduas las visitas.
Ese día fije mi vista en los incipientes
crisantemos, con algo de celos.
Que egoísta.
Pensé a través de ellos
-mis padres muertos- en los vivos.
Posé mi pensamiento en lo pino
mas que en lo gramíneo.
Reparé mas en los pájaros, que en las
hormigas que faenan
con el remordimiento.
Quise entablar un diálogo:
Sobre la muerte.
Sobre los muertos.
Sobre ellos.
Un soliloquio húmedo y gris
en una tarde que se volvió ojos y tormento.
Una letanía de pensamientos minúsculos
con un desánimo verdadero.
La tierra tiene predilección de vida
así como de muerte.
La tierra tiene adicción de pasos.
Con ellos, me alejé vacilante.
No de los recuerdos,
sino de lo imposible.
A-mar
Teseo, hijo de Egeo, rey de Atenas.
Ariadna, le facilitó el hilo para escapar
del laberinto de Creta, antes mató
al Minotauro. Organizó la justicia en Atenas.

El agua nunca desnuda, transparenta.
La playa nunca descubre, expone.
Los cantos de sirenas de ultramar
amenazan falsas ilusiones,
estropear perezas, vacaciones.
Algo nos invita a estar alertas.
Avizorar mástiles,
Para no abandonarnos a la furia y el recelo.
Los niños, relámpagos de luz sin centellas
atrapan con su tanza a un pez del cielo.
La víctima, una gaviota enmarañada
en ese dosel maldito.
Un adulto pretende liberarla.
El ave chilla, agresiva se defiende,
no distingue los matices de la estirpe.
De los que inventamos hilos
para trenzar el día.
De los que desovillamos hebras
para remontar cometas.
De los que desplegamos líneas
para pescar estrellas.
La gaviota, escapa mar adentro
lejos del desamor estable,
hacia el cobertizo de la luz y el movimiento.
Huye de esos seres con ociosos sentimientos.
Sin saber a dónde escapa, pero sí de quienes.
El atardecer muerde casi derrotado
el vitral azul del infinito.
Entonces, calma, te reconozco
puedo dormir contigo.
El mar de los sueños no es mezquino.
Porque no todo lugar
que no habitas está vacío.
Porque no todos los modos del mar
son violentos.
Porque no todo lo liviano
vuela en el viento.
Porque
no todas las dunas tienen sus perversos,
donde Teseo no pueda con las bestias
y nos ahoguemos en ese laberinto.





DESPUÉS DE LOS INCENDIOS


Olvidar los cursos de corte y confección, para no quedar atrapado en la costura de las tradiciones. En no ser oruga en la oreja verde del mundo y depositar detritus, sustancia vana, convicciones de cangrejo.
¿Por qué acariciar el terciopelo, ese género de dos urdimbres y una trama, remanido argumento sin sobresaltos, como la piel de un durazno o pelambre de un gato?
Pura estrategia, recurso egoísta de lo acariciado.
Alguien olisquea huellas, y sabe a rancio, amargo. Todo se percibe como áspero, como níspero, adhiriéndose al paladar tercamente como la pulpa del fruto del chañar, con su sabor ocre y oxidado.
El heroísmo, palabra que suena a diana, y que solo es ceniza de la aurora, pólvora mojada, hojas del paraíso después de los chubascos.
Derrumbe, fatiga, letargo.
Desilusión en el año de las lluvias.
Queda escribir un texto como último recurso, para el penúltimo lector, una esperanza del marino, una certeza del horador.
Porque la poesía no desilusiona, es ardid de la belleza, un deseo puesto al rescoldo.
Que después de los incendios
Siempre acompaña como el humo.







Difamaciones



La piedra de la mentira es
meteorito de la insidia.
Rompe
imprudente
el espejo.
Hace añicos la tersura
del lago,
dañando el ojo y la mirada.
Luego de que los círculos concéntricos
chocan entre ellos, se recupera la ternura,
la quietud, la calma.
Una inmensa lágrima
se inunda de angustia, de impotencia,
ante la emboscada.
Para luego ser una barca precaria
bañada por la luna.

La piedra miente Magdalena.
Susurra. Comenta. Chismea.
Hasta los que te aman. Dudan.
Preguntan discretos ¿Es cierto?
Si vos me lo decís, te creo.
Creer no es crear. Solo es ser fiel a un dogma.
Yo creo. Me aferro a la creación.
A la estatua de mármol, que no presta oídos
a las difamaciones.

Fito Paez canta: “Hay que tener enemigos
a la altura del conflicto”.
El arte es padre de la belleza,
primo hermano de la verdad
y enemigo acérrimo de la mentira.
De los amigos, dudo.
De los enemigos: No.